2006/02/15

La vanidad



Cuando yo presento algún proyecto que va más allá de mi trabajo cotidiano, no lo hago buscando algún tipo de reconocimiento... que me envíen alguna felicitación por escrito o me coloquen en lista de desempeño notable...
Noooo...
Yo estoy por encima de todas esas miserias, me río del ego y la vanidad que mueven los motorcitos de tantas personitas por ahí...
A mí no me interesa nada de eso...
Lo único que quiero, es que el día de mañana... esa persona que yo ayudé de manera desinteresada, me mire pasar y diga...
Ése que va ahí... ése es mi papito.

La ciencia de la ausencia


En el teatro oriental, sucede en ciertos momentos que un sólo actor canta o baila y los demás permanecen sentados de espaldas al púlico.
En occidente, las virtudes artísticas y científicas de la omisión fueron ejercidas del modo más sublime por el ya legendario Bigar Zenda, astrónomo y Relacionador Público del SNA ( Servicio Nacional de Astronomía). Como todos sabemos, este profesional continuaba desallorando su quehacer aunque no estuviera en el servicio. A decir verdad, era precisamente en esos momentos de ausencia laboral cuando Zenda hacía notar su increíble capacidad de escapismo.
Sus comienzos en el SNA no fueron muy prometedores. Se destacaba, eso sí por su extraordinaria concentración: si tenía que dar una entrevista a las 3 de la tarde, ya desaparecía a las 10 de la mañana; si tenía que presentar un informe urgente, no había forma de hacerlo reaccionar hasta que los guardias que cuidaban el recinto lo arrojaban fuera.
Despúes llegó la consagración. Los principales Servicios Públicos se disputaban su participación para realizar tareas que ya se habían hecho o nunca se harían. Algunas veces ni siquiera aparecía. Eran sus trabajos predilectos. Pasaba largas horas preparándose. Sus jefes y compañeros lo alabábamos cada vez que se nombraba al profesional ausente. Con el tiempo, Zenda empezó a exijir que tales menciones fueran más frecuentes.
Su mayor éxito fue sin duda la campaña de difusión por el eclipse solar de 1977. Lamentablemente una enfermedad lo mantuvo en cama largos meses y debió ser reemplazado por Lijur Sabi, un joven inexperto que el público no aceptó jamás.
Hay que reconocer que el éxito lo alteró. Sabedor del brillo de sus ausencias, procedió a ejercerlas en su vida personal. Se hacía invitar a todas las fiestas, asados y partidos de fútbol, sólamente para no ir. En su casa casi nunca lo veían.
El profesional se rebelaba ante la realidad de su presencia y procuraba atenuar al máximo sus efectos. Empleaba toda su energía en omitirse. Durante algunas reuniones solía discutirse si Zenda estaba o no estaba. Tales dudas, lamentablemente invadieron su propio espíritu. Sus compañeros de trabajo cuentan que algunos días entraba con andar sigiloso y preguntaba a todos si no lo habían visto.
Siguió trabajando cada vez con más éxito en su técnica. Ya no solamente no podían verlo los usuarios, sino que ni siquiera sus compañeros de oficina alcanzaban a cruzárselo. Gifen Tessa, que fue su compañero durante 10 años, confesó que nunca lo había visto. A decir verdad, sólo los viejos profesionales conservaban algún recuerdo de Zenda.
La SNA siguió anunciando en sus programas de difusión, la participacióon del genial profesional. En 1985, un periodista suspiscaz pretendió acusar a la SNA de haber despedido a Zenda años atrás, para ahorrarse su sueldo.
Acostumbrados como estábamos a no verlo, ni nos dimos cuenta cuando se retiró. En 2002 le hicimos un homenaje. Nunca supimos si vino.