
No siempre las cosas fueron tan malas en el casino de nuestro glorioso Servicio Nacional de Astronomía.
Muchos recuerdan aquellos días en que la diaria visita a la hora de la merienda, era premiada con un jugoso filete de gacela o un trozo de lomo de rinocerente o... ¡el premio máximo! picadillo de trompa de elefante... todo esto acompañado por una ensalada de brotes de bambú del Kilimanjaro o batatas de Nairobi.
¡Qué tiempos aquellos!
... pero tanta maravilla no podía durar eternamente.
Primero, escasearon los elefantes, después los hipopótamos y rinocerontes... lo último fue la desaparición de los miserables venados (los postizos no cuentan).
Dicen que fue por un problema de gestión de la fauna nativa... ja ja
A otro perro con ese hueso
¿Quién podría creer que con nuestros infinitos recursos podríamos llegar a estas penurias?
Cada vez que recorro nuestros jardines, alcanzo a ver algunas gacelillas saltando entre los matorrales... ¿por qué desaparecieron de nuestro menú?
Las malas lenguas dicen hay algo muy oscuro y que sigue creciendo...
Pero no se crea que la carne ha desaparecido de nuestras comidas... lo que sí está desapareciendo y de a poco, es nuestra dotación de astrónomos más experimentados.
Bigar Zenda no aparece desde hace un mes, después lo siguieron Doro Ayoros (el muy intrigante) y el gordito Lijur Sabi. Cuentan que su desaparición está relacionada con una extraña peste antropo-bovina... aunque también podría estar relacionada con el sabor amargo de la carne que comimos anteayer.